Ella se marchaba... Era hora de decir adiós y no había vuelta atrás. A él le quedaría dentro de muy poco sólo dos cosas de ella: un adiós y una botella verde, todo lo demás se iría en las valijas en las que ella alistó lo poco que tenía para llevar. ¿Cuándo la volvería a ver? Quizá nunca más, pero para él la promesa de un "volveré" bastaba.
De entre las nubes ella llegó y ahora volaba, mientras su olor, su aura y su suave voz se desvanecían, él se encontraba justo ahí con el adiós susurrándole aún en su oído y entre manos la pequeña botella verde, desinteresada de lo que pasaba.
Las viejas barbas del tiempo cubrieron la espera... Ella no volvió, él se prometió olvidar. Pasaban y pasaban las horas y con ellas los días y de estos, las historias. Él aún miraba hacia aquellas nubes en las cuales se desvaneció en espera de verle llegar, pero no ocurrió. Él se prometió olvidar pero en sus manos, inherente seguía la botella verde, la miró y supo que hasta que esa botella verde no perdiera su verdor jamás la olvidaría. La atesoraría como su más preciado recuerdo, esperando que el tiempo fuera el diluyente que tanto esperaba.
Sus noches se asentaron en nuevas pasiones, en nuevos supuestos amores y juegos de cama. Entre el arte de la conquista y el escapismo era experto. Su supervivencia radicaba en cuán eficaz era para mantener ese balance entre esos dos vectores, un balance mediado por un recuerdo, materializado en un objeto; la botella verde. Pero así como él lo quería, el verdor empezaba a desaparecer. En poco tiempo ya no habría más verde, sólo habría un gris opaco típico del aburridor aluminio. Falta muy poco, logrará su objetivo.
De entre de las nubes volvió en forma de señal, no así en cuerpo. Su alma bajaba para hacerle recordar que no podría olvidar porque de nuevo la puede soñar, y tenía razón, lo hacía soñar. Como dos partículas que estuvieron unidas y ahora separadas en el Universo por millones de años luz, el hilo rojo se volvía más fuerte que cualquier cadena hecha de diamante con titanio.
Ella le dejó pedir un deseo, él sólo le solicitó un poco de pintura para el verdor de su botella, cuando la termine todo volverá a ser como fue.